
ESCRITO EN LA TARDE (Barrio Yungay)
Por Lorenzo Peirano
Publicado en la revista "Bello Barrio", Número 3, Santiago, mayo de 2007
En 1989, precisamente en octubre, extrañamente un día 29, nos mudamos con mi familia a calle Esperanza 940. Habíamos vivido durante años en el llamado Barrio Bellavista (en mi infancia le decían "Barrio San Cristóbal"). Al transformarse este barrio en un sofocante reducto de siúticos e ignorantes bien vestidos que hablaban de cultura; y de actores de teleseries (hablo de los tiempos de la dictadura), en tanto que las casas de los árabes, de los turcos, de los "paisanos" (término arrebatado a la colonia italiana)*, eran pintadas de rojo, azul y morado; y se instalaban siniestras discoteques regidas por comerciantillos canosos, sospechosos, seguidos por guardaespaldas corpulentos (y con cara de tontos): Riñas, muchachos caucásicos derribando motocicletas; gritos, carcajadas, motores y música barata. Por supuesto que huimos de allí. Pero a Macul, y no duramos mucho tiempo. En aquel entonces fuimos vecinos del poeta Eduardo Robledo y del autor de "El Sarolímido", Roberto Araya Gallegos.
Sin embargo, la casa de Esperanza nos esperaba. La primera noche que pasé en ella, bajo una ampolleta de cincuenta watts, leí "Punta de Rieles" del inconmensurable Manuel Rojas. ¡Qué noche!
Sentía como si me encontrara en Valparaíso; incluso, confundí la bocina de un camión con la sirena de un barco. El barrio me acogía. Lo supe entonces. Allí se reanudaron las visitas del poeta Jorge Teillier (alguna vez vio el fantasma de una niña). Don Oreste Plath llegó en cierta ocasión junto a Enrique Volpe; don Oreste se lamentaba del poco reconocimiento hacia su labor. Mi mujer cocinaba los mejores ñoquis (celebrados por italianos de verdad). De pronto, mientras escribo, escucho no en mi mente, sino en mi corazón, a Roberto Goyeneche cantanto: "Barrio plateado por luna"…
Y claro, el pasado guarda luces que iluminan a alguien que se encuentra lejos, y que ha recibido sutiles portazos y desconocidas. Nada importa. Como "San Manuel Bueno, Mártir", me acerco a esos días de los noventa (la más tierna y terrible década para mí). Y recuerdo a Mauricio Redolés; siempre con algo en mente, trabajando; magnético. Cuántos jóvenes extraordinarios conocí en su casa de calle Cueto: Aída Osses, Alejandra González Celis, Susan Escobar, Tito Escárate, Adán Méndez y Rosario Carvajal, entre otros. Pero claro, ése es el pasado.
Luego, mi casa de Esperanza cayó en desgracia. La locura y la muerte la habían marcado como lo hacen los ladrones. Quién sabe qué dibujo o nombre conjurado fue escrito en sus paredes. En mi delirio de aquellos días, con la boca apretada y totalmente empapado en sudor en pleno invierno, yo recorría el barrio y escribía poemas que ahora son un libro.
Pensaba (era el año de la muerte de mi madre) en Jorge Teillier, en su ausencia (en una mañana alegre de primavera cuando bebió algo junto al poeta Horacio Eloy, en un restaurante de la calle Maipú). Pensaba en Enrique Volpe y en su pasión épica y culinaria. Pensaba en Iván Teillier, muerto en El Hogar de Cristo. Cuántas veces, junto a la periodista Gloria Quevedo, visitó mi casa del Barrio Yungay, llevando autitos a cuerda para, en aquel entonces, mi único hijo.
Hace más de tres años que abandoné el barrio. Suelo regresar a veces. Veo que aumentan los inmigrantes. Con admiración observé a una morena altísima que esperaba locomoción en Catedral. Era un ser distinto; una especie inmaculada. Noto también que los peruanos progresan (yo desciendo, por el lado paterno, de inmigrantes zeneizes); veo que han instalado negocios, que sus hijos jueguetean en Herrera o en Sotomayor. Y me encuentro a los amigos del barrio: a Antonio Claveaux ,el entrañable "Toñito"( repartidor de gas ahora independiente), a Rodrigo Donoso,"El Kuki"( comerciante aperrado), a Javiera Valdés (un bello rostro pintado por Leonardo), a Domingo Arteaga (cuya conversación echo de menos), a don Pablo Cáceres (nunca vencido, y padre de la destacada deportista Marcela Cáceres). La emoción; pero el Barrio Yungay ya no es mi hogar; en mi casa de Esperanza hablé tantas cosas con Jorge Teillier, con Enrique Volpe, con Germán Arestizábal, con Álvaro Ruiz ; y, posteriormente, la amargura con todos sus demonios. La música premonitoria que yo escuchaba a todo volumen: "Respirandoti…I canti delle genti nuove all'imbrunire". Se acercaba el final de una etapa. La felicidad ya no estaba en mi barrio, y tuve que partir. Y sin embargo, todo pervive. Y tal vez la felicidad aún permanece en esas calles maltratadas; pero yo estoy viejo y debo continuar.
Coinco, noviembre de 2006.
* "Paesano": del mismo pueblo, "Paese".
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